Medioambiente

Humedales: conocerlos y reconocerlos para no perderlos

En vísperas del Día Mundial de los Humedales la Lic. en Química y Tecnología Ambiental, Jezabel Primost, advierte sobre la degradación de estos importantes ecosistemas.

Por Jezabel Primost

Para el que mira sin ver la tierra es tierra no más, nada le dice la pampa, ni el arroyo, ni el sauzal, "ni el humedal" podría decir Atahualpa Yupanqui si escribiera la canción en estos tiempos…

La temática sobre los humedales se hace cada vez más presente en la conversación pública y si bien la conciencia social sobre su importancia viene en aumento, aún hace falta conocer y reconocer a estos ecosistemas para no verlos simplemente como zonas pantanosas o inundables, sino como ecosistemas que tienen componentes y funciones importantísimas que debemos resguardar, cuidar y proteger. Lo cierto es que poco a poco -en algunos casos-, o muy aceleradamente -en otros-, los humedales se están degradando o directamente perdiendo en todo el mundo y para poder entender el valor de lo que estamos perdiendo hace falta analizar con detalle qué son, qué funciones cumplen, por qué son importantes y por qué debemos protegerlos.

En primer lugar, tenemos que saber o recordar que los humedales tienen una característica fundamental: el agua es el componente esencial que los conforma y tiene un papel fundamental en la determinación y organización de su estructura y de sus funciones ecológicas. Es decir, sin conectividad con agua, no hay humedal. Con mayor precisión, el término humedal hace referencia a ecosistemas que permanecen en condiciones de inundación de forma permanente o semipermanente, siendo característicos los suelos hídricos o con rasgos de hidromorfismo, con predominio de procesos anaeróbicos (es decir, carentes de oxígeno). Estos ecosistemas presentan una alta biodiversidad y redes alimentarias únicas, donde habitan especies tanto vegetales como animales (como los famosos carpinchos), hongos, microorganismos, con características particulares, que presentan adaptaciones a las condiciones de inundación o de alternancia de períodos de anegamiento y sequía. Dadas estas condiciones, se diferencian de los ecosistemas propiamente acuáticos o terrestres.

Podríamos decir entonces que puede haber muchas formas de humedal, y así es. Pueden ser muy distintos en sus características y en su extensión. De hecho, en Argentina tenemos diversos tipos de humedales asociados a la Cuenca del Plata, a la región del Chaco, a la región Pampeana, a la Patagonia, a la Puna y a la Zona Costera Patagónica, que se clasifican según: la geomorfología (es decir, la forma de la superficie terrestre); el origen del agua que los sustenta y el tipo de vegetación asociada. Algunos ejemplos son el Delta del Paraná, los esteros del Iberá, la laguna salobre de Mar Chiquita, la Bahía Samborombón, las turberas de Tierra del Fuego, las vegas de altura asociadas a la cordillera de los Andes, entre muchos ejemplos más.

A grandes rasgos, se reconocen cinco tipos de humedales principales: marinos (humedales costeros, lagunas costeras, arrecifes de coral); estuarinos (deltas, marismas de marea y manglares); lacustres (humedales asociados con lagos); ribereños (humedales adyacentes a ríos y arroyos) y palustres (es decir, “pantanosos” como marismas, pantanos y ciénagas), aunque existen clasificaciones más específicas, como la que establece la Convención Ramsar sobre Humedales en la que se distinguen 42 tipos de humedales. Esta Convención es la más importante a nivel mundial en lo que refiere a la conservación y el uso racional de los humedales. Fue ratificada por Argentina en 1992, y la conforman 171 estados parte. Un aspecto importante es que presenta una lista de sitios de humedales denominados “Sitios Ramsar”, en los cuales se llevan adelante acciones para su conservación y/o uso racional con el fin de mantener las características ecológicas.

En la actualidad existen más de 2300 sitios Ramsar declarados en todo el mundo, de los cuales 23 pertenecen a Argentina, abarcando casi el 2% de todo el territorio nacional. Sin embargo, este porcentaje representa solo una fracción del área total de humedales que presenta Argentina, que incluye lagunas altoandinas, mallines, turberas, pastizales inundables, bosques fluviales, esteros, bañados y marismas, que cubren aproximadamente el 23% de la superficie del territorio nacional ¡casi una cuarta parte del territorio!

Humedales: conocerlos y reconocerlos para no perderlos

Argentina.gob.ar: Sitios Ramsar de la Argentina.

Aunque la extensión y distribución de los humedales siguen siendo imprecisas para diversas regiones del mundo, las estimaciones mundiales muestran que aproximadamente 31% de los humedales se encuentran en Asia, 27,1% en América del Norte, 15,8% en América Latina y el caribe, 12,5% en Europa, 9,9% en África,y 2,9% en Oceanía.

 

¿Y por qué tienen tanta importancia?

Tenemos que tener muy presente que los humedales almacenan, absorben y purifican agua, constituyendo una de las principales fuentes de abastecimiento de agua dulce y contribuyendo con la recarga y descarga de acuíferos. Pero además albergan y son refugios de una gran diversidad de especies y son considerados grandes amortiguadores de excedentes hídricos. Tienen un papel fundamental en los ciclos biogeoquímicos (es decir, en el movimiento de elementos esenciales entre los organismos vivos y las distintas esferas ambientales) reteniendo, almacenando y transportando nutrientes y sedimentos; son, a su vez, importantes sumideros de carbono, por lo que representan ecosistemas muy valiosos en relación al cambio climático (como ocurre en las turberas que almacenan el doble de carbono que los bosques del mundo).

Los humedales son necesarios para la vida de los seres humanos y de todo el planeta porque constituyen una fuente esencial de alimento, materia prima, recursos genéticos para medicinas, madera y otros materiales de construcción. Todas estas características beneficiosas suelen denominarse y agruparse como “servicios” de aprovisionamiento, de regulación, de hábitat, de apoyo o sostén, y también culturales.

 

¿Qué es lo más preocupante respecto a los humedales, en la actualidad?

Lo preocupante es que la extensión de humedales naturales viene disminuyendo en todo el mundo y cada vez con una mayor aceleración: entre 1970 y 2015, tanto los humedales continentales como los marinos y costeros disminuyeron en promedio aproximadamente un 35% (en los casos en los que se dispone de datos), lo que significa una tasa tres veces superior a la de pérdida de bosques.

Esta disminución de su extensión trae aparejado también la disminución de sus capacidades, de sus funciones ecológicas, de sus hábitats, de su diversidad biológica. Desde 1970, el 81% de las poblaciones de especies que habitan humedales continentales y el 36% de las especies costeras y marinas han disminuido, muchas de estas especies amenazadas por peligro de extinción como tortugas marinas, reptiles de agua dulce, anfibios, corales, cangrejos.

Tal es la preocupación actual a nivel mundial que se están aunando esfuerzos para colaborar y realizar con éxito iniciativas de protección y restauración en todo el mundo en el marco de la Agenda 2030.

 

¿Por qué los estamos perdiendo?

Son muchos los factores que están conduciendo a la degradación o pérdida de la estructura y la dinámica natural de los humedales, tanto a nivel mundial como en nuestra región. La principal amenaza son los cambios en el uso del suelo ya sea para desarrollo urbano, industrial o rural, ya que modifican de forma directa la hidrogeomorfología y la biofísica de los humedales, es decir, cambian drásticamente la dinámica de la circulación del agua y sedimentos y su interacción según la forma y estructura del terreno, alterando a su vez las características ecológicas de forma permanente. El crecimiento compulsivo de los barrios privados y otros emprendimientos emplazados sobre estos ecosistemas, aumenta la impermeabilización del suelo, es decir, la interrupción del paso natural del agua hacia las capas subsuperficiales, provocando desconexión del agua superficial con el agua subterránea y al mismo tiempo disminuyendo la conectividad del agua con la vegetación al estar perturbado su flujo natural. Asimismo, la construcción de represas, diques, canalizaciones, terraplenes, infraestructuras viales, etc., generan cambios estructurales irreversibles y fragmentan los hábitats, reduciendo la conectividad natural de los humedales con su componente esencial.

Por otro lado, la deforestación, la explotación intensiva por actividades agrícola-ganaderas, la pesca indiscriminada, la introducción o eliminación de especies (que puede alterar la estructura trófica los flujos de energía y la composición), entre otras actividades antrópicas como incendios o quema indiscriminada, modifican y degradan a estos ecosistemas. La contaminación del agua por vertidos residuales no tratadas tanto de la urbanización como de actividades productivas e industriales, el uso de fertilizantes, plaguicidas y fármacos que se transportan por escorrentías o efluentes, la contaminación por patógenos, las partículas plásticas persistentes, son una amenaza constante para estos ecosistemas que, justamente, dependen del agua.

Sumados a todos estos factores, el cambio climático mundial afecta de manera directa su integridad, amenazándolos cada vez con mayor potencialidad.

 

¿Qué nos falta?

Reconocer plenamente el valor de los humedales es una tarea que aún sigue estancada. Aunque la pérdida de estos ecosistemas viene creciendo de forma acelerada y queda a la vista a nivel mundial, se siguen presentando muchas dificultades para formular políticas y tomar decisiones concretas de protección, como ocurre con la ley en Argentina. Se deben redoblar los esfuerzos para instalar los debates entre los responsables de la toma de decisiones y la sociedad civil, para generar instrumentos jurídicos y normativos, incentivos económicos y financieros para llevar adelante una protección eficaz. Conocer sus funciones y características, así como su distribución y extensión a través de inventarios e investigaciones es fundamental para poder tomar las medidas necesarias para su gestión, para poder reducir las presiones que reciben y para abordar las causas profundas de la pérdida y degradación con el fin de poder detenerlas o invertirlas, antes de tener que realizar esfuerzos e inversiones incalculables por conservarlos o restaurarlos, -si es que la pérdida no es irreversible- como ocurre en países industrializados como Holanda, China, Corea del Sur.

Debemos ser capaces de generar procesos o métodos de ordenamiento territorial donde los derechos de la propiedad no estén por sobre estos bienes comunes, y promover aquellas actividades que se adapten mejor a las características particulares de los humedales, teniendo en cuenta y priorizando su susceptibilidad, su complejidad, su dinámica y su diversidad. Es necesario entender que el bienestar humano sigue dependiendo de los ecosistemas y perderlos no puede ser el camino a seguir.

Actualizado el: 2022-02-01

Investigadores

Jezabel Primost

Lic. en Química y Tecnología Ambiental.

Becaria posdoctoral ILPLA-CONICET

Referencias

Imagen de portada: Horacio patrone, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons.